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Geoffrey Recoder
Cortesía

El juego que no cansa | Entrenadores sin título.

2025-08-11 18:08:00

Una de las deudas pendientes en el deporte de América Latina

Siento una profunda inquietud cada vez que escucho hablar sobre la “entrenabilidad” en América Latina, como si una etiqueta bastara para disimular la realidad: la mayoría de los entrenadores deportivos en la región trabajan sin título formal, sin formación académica ni regulación. No hay cifras exactas en conjunto regional, pero basta pensar: ¿qué proporción de quien guía una rutina de gimnasio o entrena un equipo infantil tiene verdadero respaldo educativo? En Colombia, hasta mayo de 2025, esa ambigüedad terminó, pues la Ley 2210 de 2022 impone que todo entrenador debe inscribirse en el Colegio Colombiano de Entrenamiento Deportivo (COCED), con título en áreas afines como educación física o deporte; quienes no lo tienen pueden registrarse de forma provisional —tras evaluación de idoneidad y experiencia mínima—, por cinco años.

Ese avance habla de un país que da un paso hacia la dignificación de la labor formativa; sin embargo, ¿qué sucede en otras naciones latinoamericanas sin ese marco? La respuesta es dolorosa: improvisación.

La falta de preparación se traduce en daño físico. Un estudio sobre el fútbol en Sudamérica reportó una incidencia de 3,2 lesiones por cada 1 000 horas de entrenamiento. Esa cifra refleja que los entrenamientos mal estructurados no solo no desarrollan talento, sino que desequilibran músculos, desgastan tendones y generan lesiones evitables. Peor aún: muchos de esos entrenadores sin formación desconocen nociones básicas de prevención, cargas progresivas y recuperación. Como resultado, vemos deportistas lesionados —desde adolescentes hasta adultos en sus pasiones más cotidianas—, sujetos a malformaciones, esguinces crónicos y frustración.

América Latina necesita profesionalizar la dirección del entrenamiento deportivo con urgencia. En Colombia, la ley establece hoy claridad: sin título o registro, no se puede ejercer legalmente desde mayo de 2025.

Es una medida concreta que protege —además de la dignidad del entrenador— la salud del deportista. Pero en la mayoría de países vecinos, el vacío legal persiste, amplificando el riesgo físico. La región requiere, con voz y convicción, replicar políticas como la colombiana: promover formación, exigir acreditación, supervisar el ejercicio profesional.

Lo digo con la voz de un especialista en indicar ejercicio físico planificado que ve el impacto en el cuerpo del deportista: cada lesión por mala praxis duele también en nuestra responsabilidad colectiva. No es solo una cuestión de técnica, es asunto de ética. El talento deportivo no se cura con fisioterapia repetida; florece con rigores académicos, con respaldo reglamentario y con entrenadores formados, conscientes de que su labor va más allá del marcador o del músculo, porque implica el bienestar, el futuro y el cuerpo intacto de muchos. La “entrenabilidad” no puede ser sinónimo de improvisación. Debe ser sinónimo de profesionalidad.

 


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