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Víctor Miguel Villanueva
Cortesía

Entrevero | Se les olvida Ernesto Canto

2025-08-11 11:02:00

Una figura del deporte mexicano que no recibe el reconocimiento ganado con base en sus éxitos

Hace solo algunos días, el pasado 7 de agosto para ser exactos, se cumplieron 42 años de que Ernesto Canto se convirtió en campeón mundial de marcha de 20 kilómetros. ¿A qué viene este recordatorio? Bueno, casi siempre, cuando se hace recuento de los mejores deportistas mexicanos, se dice que fuimos muy afortunados los que vivimos en los ochenta porque vimos a Fernando Valenzuela, Hugo Sánchez y Julio César Chávez. Sin duda, fuimos privilegiados, pero ¿no se nos olvida Ernesto Canto?

A principios de los ochenta la marcha mexicana estaba en la cúspide y el triunfo del andarín capitalino en Helsinki solo lo confirmaba. La tradición de la marcha nacional comenzó con José "El Sargento" Pedraza en 1968 y la siguió Daniel Bautista con un triunfo histórico en Montreal 76 y una increíble y misteriosa descalificación en Moscú 1980 —que no entendemos y aún nos duele—. Ernesto Canto era la continuidad y desde juvenil ya daba muestras de que sería el gran continuador y, quizá, el mejor andarín de la historia.

Pero casi de manera simultánea, sabíamos de los triunfos y del lanzamiento de tirabuzón de Fernando Valenzuela con Los Dodgers de Los Ángeles; Hugo Sánchez vencía el racismo y metía goles por racimos en el Atlético de Madrid; y JC Chávez vencía al "Coloradito" López y comenzaba una carrera que lo llevaría a ser el mejor boxeador libra por libra. Todo esto opacó los logros de Canto, que, de ninguna manera, eran pocos.

Luego de coronarse en el primer Campeonato Mundial de Atletismo, logró el olimpo al imponerse en la marcha de los 20 km en los Juegos Olímpicos de 1984; es decir, campeón mundial y olímpico con un año de diferencia. Definitivamente, no es cualquier cosa. Era la reafirmación de que era el mejor en su disciplina a nivel mundial, como lo eran "El Toro", "Hugol" y "JC". Pero lo mediático del beisbol, el futbol y el boxeo eclipsaron, desde entonces, la hazaña de Ernesto Canto.

La técnica del andarín era excelsa, la coordinación de sus piernas con el movimiento de sus brazos era de una elegancia que no se volvió a ver en este deporte. Parecía que no le provocaba ningún esfuerzo, todo era tan normal en su caminar; hipnotizaba en cada paso, en cada metro, en cada kilómetro, y eso solo los grandes deportistas lo tienen.

Desde luego, no queremos ni podemos restar mérito a las carreras de Valenzuela, Sánchez y Chávez, pero desde hace muchos años atrás venimos exponiendo que en los ochenta no sólo se trató de esta estupenda tercia de deportistas mexicanos, sino que, al igual que Los Tres Mosqueteros, se trata de cuatro. Que D Artagnan debe ser Ernesto Canto.

 Canto, al igual que los otros tres, fue el mejor de su disciplina a nivel mundial y, también, fue irrepetible: la marcha mexicana no tuvo, después de él, nunca más a alguien que por lo menos se le acercara. Incluso, podríamos decir que la gloria de la marcha mexicana se terminó con él. Sin embargo, de ahí su grandeza, con sus triunfos mundiales y olímpicos, marcó a toda una generación.

Nunca olvidaremos a Fernando Valenzuela lanzando en la lomita, a Hugo dando maromas después de cada gol, a JC Chávez tirando golpes con sapiencia y contundencia; así como nunca olvidaremos cada paso perfecto de Ernesto Canto. El andarín hizo los méritos suficientes para ser considerado no solo un referente deportivo mexicano en la década de los ochenta; también lo es de la historia. Ojalá llegue el momento en que comentemos que hubo un tiempo dorado en el deporte nacional que era representado por Fernando Valenzuela, Hugo Sánchez, Julio César Chávez y Ernesto Canto.

Desde aquí lo deseamos.

 

 

 


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